Muchos, por
no decir casi todos hemos imaginado desde chicos cómo sería nuestra vida al
momento de ser padres. Desde tomar como “hijos” a nuestras mascotas, manejar el
autito soñando con llevar a nuestra familia de vacasiones o arreglar como papá
las cosas de la casa con nuestras herramientas de juguete. En el caso de las
niñas también agregaban el paseo del niño en su carrito y cocinarle la comida.
Claro está que jamás imaginaríamos la difícil tarea que es ser padre. Cuanto
habremos soñado con lo que seríamos de grandes y que haríamos con nuestros
hijos … pero bueno, los sueños son sueños y la realidad no siempre es tal cual
la hemos soñado.
Tanto pueden
cambiar nuestros sueños, que aunque tenga un montón de similitudes con ser padre
de un niño, nadie o muy pocos habrían imaginado ser padres de un vino. A ellos
algunos los llaman Enólogos, yo los llamaré el “padre de la criatura”. Serán padres
sin pareja que los acompañe en esa tarea, pero no por eso serán padres poco
dedicados. Al contrario, serán padres que dedicarán su vida a su “hijo”.
El inicio
será como cuando éramos chicos, soñando e imaginando como sería nuestro futuro
hijo. Soñarán con qué clase de vino
querrán lograr, y qué características quisieran que tenga.
Luego vendrá
la etapa de asentarse para poder gestarlo. Elegir el terreno en el cuál se
desarrollará será fundamental para que el sueño se acerque a la realidad. Como
todo niño, en sus primeros pasos deberá ser mimado y cuidado al extremo. Muchos
peligros acechan a su “hijo” y las “enfermedades” están a la orden del día.
Abrazarlo, darle la temperatura adecuada, “abrigarlo” para protegerlo de las
heladas, “regarlo” lo necesario, etc. Todo esto esperando que las primeras “palabras”
o “señales” sean las adecuadas.
Luego pasará
a la etapa de su educación en la “escuela” (la bodega). Allí se lo educará y se
lo dejará el tiempo que sea necesario para que la criatura tome las
características necesarias para la vida y se desarrolle adecuadamente.
Aprenderá a hacer la “plancha” en grandes piletas, reposando hasta que adquiera
las cualidades indispensables. Comprenderá la importancia de su relación social
con sus amigas levaduras para lograr un desarrollo óptimo. Vendrá luego el
tiempo de vacaciones en el seno familiar de la barrica para terminar de
adquirir importantes propiedades. Todo, absolutamente todo será supervisado por
su padre. El enólogo no perderá de vista jamás a su hijo. Cualquier “accidente”
o improvisto podrá hacer fallar la crianza que desea para su criatura.
Finalmente
llegará el momento en el que se recibirá, dejará la bodega y comenzará esa
etapa aventurera que todo padre desea para su hijo, pero a la cual le teme tanto.
Se preguntará si habrá hecho bien las cosas, si lo habrá educado como
corresponde, si está preparado para la vida. Respuestas difíciles de encontrar,
pero que sólo la experiencia podrá dar.
Lo viste por
última vez, por supuesto que de
etiqueta. Le da los últimos consejos y el último beso para finalmente dejarlo ser. Ese vino viajará a su
propio destino, buscando nuevos horizontes y esperando encontrar el amor de otra
persona que ya no será el de su padre. Mientras tanto el “padre de la criatura”
se quedará esperando que le lleguen buenas noticias de su “hijo”, mientras
prepara la crianza de sus “hermanos”.
Por Bruno Zani
Tiene una muy buena pinta, lo voy a hacer. Gracias por compartirla.
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