Así como sucedía en el Lejano Oeste,
casi emulando una de esas películas tradicionales de vaqueros, dos
amigos discutían para lograr determinar cual de los dos vinos era
mejor. Los dos firmes con su postura, no querían dar el brazo a
torcer.
Uno decía que su vino era mejor porque
era el más caro, mientras que el otro retrucaba diciendo que el
valor del vino no siempre guarda relación con la calidad del mismo.
“La etiqueta de este es tan linda como la dama más bella del
pueblo” decía uno, a lo que el otro respondía “pero el interior
es lo que vale”.
“Además este es más famoso”
alardeaba uno, aunque su contrincante lo interrumpía diciendo que
“no siempre los famosos son de nuestro agrado y que hay que
respetar a los menos conocidos”.
El duelo se hacía interminable. Ya
pocos quedaban en el bar y la luz del sol se iba escondiendo de
apoco. Los caballos esperaban en el exterior, sedientos y cansado, el
fin de la discusión para poder volver a sus casas.
Los tonos de las voces de ambos
contrincantes se hacían cada vez más intensos, mientras que sus
rostros se desfiguraban por el enojo. Así siguieron con el
repertorio. Si el corcho debía ser sintético o de alcornoque. Si el
vino tenía que ser varietal o el corte era mejor.
Uno con su dedo índice señalando la
añada de su vino expresó “este si que es bueno”, pero su
oponente respondió inteligentemente con una metáfora “Un anciano
se ha cuidado toda su vida, sin excesos y ha llegado esplendido. En
cambio otro no ha llevado una vida ordenada y no se ha preocupado por
mantenerse de la mejor manera, por lo que no ha llegado en optimas
condiciones”.
Finalmente el cantinero, cansado de la
discusión les propuso batirse a duelo, “quien logre sorprenderme
será el ganador”. Ambas botellas puestas sobre la barra y cada uno
con su descorchador en mano. Ambos quisieron ser los más rápidos en
servir la copa, para que su vino sea el primero en ser degustado. El
cantinero olfateó ambos vinos, los observó y luego los llevó a su
boca. “Díganos quién ganó”, dijeron ambos al unísono. Pero el
cantinero se quedó callado y siguió saboreando los vinos hasta que
las copas quedaron vacías. “¡Yo gané!”, exclamó el cantinero.
“¿Cómo que ganó usted?. Si el duelo es entre nosotros”, dijo
uno de los contrincantes. “Claro, yo les explico”, dijo
nuevamente quién fijó las reglas del desafío. “Mientras ustedes
dos se peleaban por quién tenía el mejor vino, se olvidaron de
disfrutarlos” “Yo en cambio puede degustar ambos y encontrar en
cada uno sabores y aromas distintos, enriqueciendo mi olfato y
paladar inmejorablemente” “Además no tuve que pagar por ellos,
por lo que el disfrute fue aún mayor”. Como consejo les digo que
“la próxima vez que tengan un vino disfrútenlo, pero dejen
siempre la puerta abierta a nuevas sensaciones” “No discutan,
compartan”. Los dos hombres se quedaron quietos y en silencio por
un instante. Luego acercaron tres sillas a una mesa y junto al
cantinero bebieron lo que quedaba de vino en ambas botellas.
Por Bruno Zani
Comentarios
Publicar un comentario