Aquellas pequeñas cosas.

Desde hace mucho tiempo hemos visto en vitrinas, repisas, escritorios, esas pequeñas botellitas. Esas que han despertado nuestro interés, las que nos han llamado la atención por ser iguales a las grandes pero chiquitas. A semejanza de las “adultas” las miniaturas, como si fueran niños, nos han enternecido. Han sido guardadas como cual tesoro por millones de coleccionistas en todo el mundo. Se transformaron en muchos casos en “juguetes” de un montón de chicos, pero bajo la supervisión de los padres que temían que estas fueran abiertas por los chicos por dos razones importantes. La primera el peligro de que el niño la consumiera y la segunda el hecho de perder una pieza de esa querida colección. Igualmente hay gran cantidad de anécdotas de niños que sufrieron su primera borrachera a partir de la ingesta del contenido de ese pequeño entretenimiento.
Constantemente se busca “alguna nueva” para acrecentar el caudal de nuestras reliquias. Si bien no es una tarea fácil, la constante originalidad de las fábricas de bebidas hace que el número de la variedad se acreciente.
En los últimos tiempos el plástico ha ganado terreno también en las miniaturas. Las que antes se fabricaban en su totalidad con vidrio, hoy se han visto transformadas por el auge del plástico. Igualmente más allá de sus cambios, las miniaturas siguen siendo un objeto muy buscado.
Ya sea para regalar, para pagar una apuesta reemplazando a la grande por la chica, para coleccionar o simplemente para tomar en su justa medida, las miniaturas seguirán buscadas. Montones de niños seguirán jugando con ellas, montones de adultos recordarán su infancia al verlas y por generaciones quedaran expuestas como uno de los “tesoros” de muchos hogares y bares.






Por Bruno Zani.

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