Desde que tan solo era
una semilla sus padres, bodegueros, se preocuparon por darle todo lo
que necesitaba. Fertilizantes para fortalecerla y cuidarla de las
“enfermedades”. Procuraron que no escaseara el agua, pero que
tampoco tomara en exceso. La educaron para que se trasformara en
aquella dama que habían descripto en sus notas y pensado en sus ideas.
Se asesoraron con los mejores enólogos, que como “pediatras”
fueron dando tips para que su hija creciera en armonía. Pasado ese
tiempo, le llegó el momento de la adolescencia. Una etapa realmente
dificil, una etapa donde cualquier exeso termina por tirar por la
borda todo aquello que los padres han intentado construir. Tiempos en
los que se debe asentar todo aquello que se pensó en un principio.
Ni un poco más ni un poco menos de azúcar, lo justo. Ni más ni
menos alcohol, simplemente lo necesario. Ni mucha siesta en las
barricas ni poca, tan solo el tiempo ideal para un descanso perfecto.
No hay que excederse en acumular aromas, pero un poco de ese perfume
no le sienta para nada mal.
Ahora si es toda una
dama, madura y lista para salir en busqueda de su pareja y
enamorarla. Claro esta, no sin antes buscar el atuendo indicado. Si
bien lo de adentro es lo que vale, un recipiente acorde y llamativo
facilitará la tarea de encontrar al candidato ideal. Debe ser un
recipiente que proteja del frío y del calor, y con un “sombrero”
que no permita el contacto con el oxigeno antes de tiempo. Y para
adornar, lo cual será nuestra carta de presentación, podriamos
incorporar algún detalle que contenga nuestra procedencia y
cualidades. Los colores deben ser lo suficientemente llamativos como
para atrapar, pero no tanto como para que la comparen con una dama de
discoteca, de esas que suelen atrapar a los jovenes por una noche
para luego abandonarlos.
Ahora si lista para
recostarse en esos cómodos muebles de vinoteca , esperando que
alguien la tome con sus manos, la observe, se enamore, la lleve y la
destape; para juntos sumergirse en un amor único y eterno.
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