
El Gin nació en Holanda en los años
1600 cuando un profesor de medicina de aquel país, Franciscus
de la Boë,
creó una bebida destilada a base de enebro. Esta bebida había sido
creada como diurético.
El
gran éxito que había tenido esta medicina en los pacientes de
Franciscus
de la Boë,
hizo que la bebida tomara alta aceptación en Holanda hasta adquirir
una gran popularidad. Esta fama también se acercó a Inglaterra,
donde comenzaron a llamarla “Agua Fuerte” en alusión a su poder
curativo para los cólicos.
Si
bien ganaba terreno, el Gin no dejaba de ser una bebida importada en
Inglaterra. Sin embargo Ana Estuardo, quien fuera Reina de Inglaterra
e Irlanda entre los años 1702 y 1714, realizó un decreto por el
cual se imponía un alto impuesto a las bebidas foráneas. Esto
obligo a realizar producción local del Gin haciendo a esta bebida
muy famosa en Inglaterra. Su precio accesible y la alta graduación
alcohólica que tenia esta bebida logró que se “propagara” en
todo el país; ayudado por el alto precio del Brandy francés, el
cual era el “elegido” hasta ese entonces.
En
el año 1751, el Gin se había convertido en “agua corriente” y
su consumo en muchos casos era excesivo, lo cual hizo que se
comenzara a mirar con malos ojos. Fue por esto que se estableció el
“Acta del Gin” que obligó a los productores a vender el gin sólo
a distribuidores autorizados legalmente. Esto dejó a las tiendas de
gin bajo la jurisdicción de las autoridades locales. Por este motivo
y para “limpiar” la imagen, se empezó a trabajar en el
mejoramiento de los procesos de destilación, tratando de lograr una
bebida más pura. Así se llegó a crear un nuevo estilo, llamado
“London Gin Dry”, que se caracteriza por ser menos dulce y de
mayor calidad. Actualmente al gin no se le puede realizar agregados
de azúcar y su mínimo de graduación alcohólica debe ser de 37,5%.
El
“hijo” del Gin: El gin tonic.

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